Él contemplaba extasiado la
mar picada, mientras pensaba en la soledad del hombre.
Ella no quería seguir aquí y
se encaminó al oleaje. Ni siquiera le vio cuando se cruzó con él.
Él la observó adentrarse, no
tocar pie ni hacer nada por salvarse, no lo pensó y se tiró al mar.
Nadó hasta ella, le pasó un
brazo por las axilas y la encauzó hacia la orilla.
Él le dijo al oído, mientras
jadeaba:
— Dejaremos que las olas nos
lleven.
Y así fue, como si la mar supiera,
rompió la siguiente ola con tanta fuerza que los revolcó hasta la costa.
Al llegar a la arena, sus
ojos se cruzaron y se enamoraron en ese instante.
Y cuando, refiriéndose al
salvamento, les preguntan:
— ¿Cómo fue?
Ellos se miran y refiriéndose
a su amor, contestan :
— Entre dos olas.