Dos lunas de Abril - Laura Mir


Miles de noches vividas y este Abril, es un Abril distinto. Dos lunas grandes y redondas perfilan un arco perfecto en un cielo cuajado de estrellas. Le sonríen satisfechas, posiblemente se estén mofando de él y de todo lo que representa. Da igual, porque las siente felices e ilusas, bajo la colorida cúpula boreal de ese norte tan deseado. Intenta imaginar ya desprendido de todo, cómo sería saltar de una a otra, sin tener que preocuparse por contabilizar el tiempo.                                                                                    

Dentro de ese fantástico océano estelar, don Blanco sabe, que en la oscura y gélida pecera de la que salió, hay una nueva sirena que canta, aunque su voz a duras penas se percibe.

Cuando oye un leve e inconstante batir de aleta contra el cristal, desvía la mirada sin querer hacia el calendario, donde ese período imparable, transcurre jornada tras jornada. Él sabe que es la larga espera, y esperará hasta que ella comprenda y pueda emerger de un salto, para que le crezcan piernas con las que recorrer el mundo desde un punto de visión distinto, más amplio.

Mientras aguarda, desea con todas sus fuerzas que no se tuerza, como en tantas ocasiones hicieron todos. Ella entre cantos, se desespera y a veces le cae una lágrima que se confunde mezclándose con las lloradas por tantos. Él en su soledad, no puede hacer nada para que vislumbre, sólo intenta con mucho esfuerzo hacerse comprender, aunque de momento toda tentativa es en vano. Don Blanco, no puede prometerle un mundo distinto dentro de este mundo, lo que sí puede asegurarle, es el mismo mundo ampliado, visto desde fuera de las oscuras y gélidas aguas de la pecera.

Y mientras la sirena pasa su existencia fraccionándose y debatiéndose a golpes de cola, entre conceptos imaginarios, entre lo correcto o incorrecto porque lo dijeron otros, entre no puedo porque no creo en mí lo suficiente como para saltar de la pecera, sin sospechar siquiera de la manipulación mediante el miedo a la que es sometida, porque en la realidad interna, todo es posible. Liberado don Blanco de todo eso, bajo dos lunas plenas e ilusas de Abril, la observa sabiendo que tarde o temprano tocará desistir y reconoce que con tanto camino por recorrer, pierde el tiempo en la espera.

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