Salvado por la sospecha
no incliné más la cabeza,
no dijo que sí ni que no,
empató conmigo al dominó.
Se vino abajo la herida
donde ya nada dolía,
y el tren siguió su camino,
y el adiós fue un desatino.
El ocaso se avecina
y vuelve a sangrar la encina,
ríos de tinta van al abismo
y sólo anhelas ser tú mismo.
Mañana igual amanece
temprano y todo se cuece,
no puedo ser tu vecino
quiero vivir en tu ombligo.