Cuando leí tu carta, quedé
perpleja y no dije nada. No te imaginas la matona de compañera que tengo, toda
o todo tatuado, da miedo. Parece un camionero ruso, igual a los que tú ya
conoces. Aunque tengo la suerte de estar bajo su protección, como si estuviera
en un tarro de vidrio sumergida, tranquila y fumando como un vulgar carretero,
sin que nadie me moleste. Tanto aquí como allí, pagando hasta San Pedro canta.
Estoy contenta porque hago
ejercicio, tareas y descanso mucho. Me sobra tiempo para leer. Cosas que antes,
en libertad no podía permitirme, un verdadero lujo. Puedo asegurarte que soy
feliz, nunca lo hubiese imaginado.
Me ha dado una alegría
inmensa al saber que has encontrado un sentido práctico para la vieja reliquia.
En su momento te lo regalé por tu cabezonería de ir a Shanghái, con el
propietario del restaurante chino de la esquina, ya sabes a lo que me refiero:
a ese momento extraño que tuviste y a tus orgasmos orientales in situ. Tema del
que es mejor no hablar, porque la verdad es que nunca lo entendí, el ir allí
para hacer lo mismo que aquí, teniendo mucho más espacio. ¡Allí te atropellan
hasta en las aceras!
Lo del mentecato, me parece
surrealista y espero nena que no llores, no te merecía y es de un gusto pésimo,
dejar una exquisitez para irse con una lagarta que le sacó el dinero y las
ganas, pero por lo visto, le dejó las palabras. No merece tanto, sólo déjalo
por el suelo a la primera de cambio.
En otro orden, porque no
todo el universo gira alrededor de ti y a pesar de todo, siguen existiendo las
manchas solares. Me toca lavandería, sí, bastante desagradable. Con tanta braga
como hay para lavar y entre ellas, surgen algunas cosas que se hacen difíciles
de nombrar. Parece increíble que quepan en unas prendas tan pequeñas.
Con lo finas que somos
nosotras, ni te imaginas lo que comemos aquí, algunas devoran lo que jamás
probaríamos. Imagino que es porque todos en mayor o menor medida tenemos hambre,
aunque nosotras seamos del tipo A y como reza el anuncio: La vida no esté hecha
para contar calorías.
Ya puedo recibir visitas,
espero que no las demores. Nunca pensé que te echaría tanto de menos.
Cuando vengas, procura no camuflar
una lima en el cartón de tabaco, recuerda que están prohibidas y además
registran a la entrada. Sé que tú eres capaz de eso y de mucho más.
Recuerda también de darle de
comer a Reo, para que no vuelva a traerte la merluza del vecino, mover el coche
y regar las plantas.
Tu amiga que te quiere.