Caminante perdida - Benjamín J.M.





Ha vuelto a caer la noche en esta habitación, mientras tras las persianas sigue luciendo el sol. Sé que no debería, pero no puedo evitar sentir que todo lo conseguido durante estos últimos meses, se está diluyendo entre eufemismos, cambios, olvidos e indiferencias. Lo poco que creía haber logrado, se está escapando por el desagüe, sin que pueda hacer nada. Mis dedos han perdido la capacidad de sujetar los pequeños y grandes sueños que había conseguido abrazar, parece que no quieren quedarse a mi lado.

Me da la impresión de que sólo soy un relleno incómodo con el cual nadie sabe muy bien qué hacer, como un compromiso caducado envuelto en silencios explícitos. Vuelvo a desayunar solo, sin que sepa muy bien por qué y noto como mis palabras se pierden entre estos aires que pesan como el plomo, sin hacer eco, sin llegar a ningún destinatario y sin obtener respuestas.

La niebla fría se ha vuelto a colar por las heridas mal cosidas de una piel que parece que me cubre, cuando en realidad sólo está de testigo de un tiempo que se muere, con cada ráfaga de este viento helado que sale de una pantalla muda y fría. Otra vez, me siento al borde de un mundo que ayer pensaba hermoso y que hoy está cubierto de una noche sin lunas ni estrellas.

El abismo ha vuelto a llamar pronunciando mi nombre, el puente que había construido para poder cruzar se ha hundido en su profundidad, sin ruido, sin avisar, sin piedad… Me acerco al borde para insultarle, para decirle que no tiene nada que hacer, que mañana saldrá el sol y será un nuevo día. El eco me devuelve una risa irónica y me susurra bajito:

— No volverás a ver la luz del sol.

Trenzado de sombras está el destino al cual no parece afectarle esta oscuridad, la puerta que me llevaría a la luz está en otro lado, sólo se me permite observarla, sin ningún derecho a soñar con ella, como una burla cruel de los implacables dioses. Ahora sé, que con aquel puente se ha desvanecido la única ruta que podía llevarme hacia una salida.

Ciego, sordo y mudo, deambulo por esta tierra baldía, dueño de nada, rey del vacío.

No culpo a nadie aunque tenga la sensación de ser un pésimo constructor de puentes. Intentar que se sostengan en el aire sin más cimientos que el amor, es una utopía, pero desconozco otra manera de hacerlo. Veo cómo te alejas a cada paso, llevándote contigo una porción de mi alma, y sé, que más pronto que tarde, me dejarás sin ella.

Entonces mi corazón se transformará en piedra, dejando de bombear vida a unos órganos petrificados, porque mis ojos han dejado de ver la belleza de los tuyos. Seré una roca al borde del camino y dejaré que el tiempo vaya depositando el polvo y las frías nieves de invierno sin inmutarme, mientras el viento con fuerza aullará desde el norte, tu nombre.

Y a ti, caminante perdida, si alguna vez en un futuro, pasaras por mi lado, detente, alza tu mano, acaricia mi mejilla, y reza, reza a los dioses por mí. Esa alma que ya te pertenece, te lo agradecerá eternamente.

Benjamín J.M


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