Enganche emocional - L. Mir & S. Arnau




La noche llegó sin previo aviso, no la esperaba a ella ni tampoco a ti. Fue una gran sorpresa que llamaras a mi puerta cuando, sinceramente, te daba casi por perdida en medio de cualquier paraíso inventado por tu grandilocuencia. Aquella noche decidiste trasladarlo a mi morada.

Si, lo pasamos a lo grande, como a ti te gustaba. Pedimos unas pizzas moteras y una botella de Sumarroca. Rompimos las dos copas de cristal de bohemia en el último sorbo, estampándolas contra el suelo, haciéndose añicos, como en los viejos tiempos. Acto seguido, nos descalzamos y atravesamos lentamente el comedor camino del baño, intentando no herirnos demasiado las plantas de los pies.

El agua del jacuzzi burbujeaba y dejamos que nos recorriera libremente de arriba a abajo y de abajo a arriba, que nos purificara, antes de cometer el más noble de todos los actos: amarnos apasionadamente, hasta que Morfeo nos enviara a dormir y cuando llegó, nos resistimos, aunque finalmente, como siempre, nos venció.

Al día siguiente, al despertar, me acerqué hasta la cortina del salón y la corrí un poco, intentando encontrarte a la luz del día, en el interior de nuestro Edén o de camino a otro de tus miles de paraísos creados. No te vi, pero una sonrisa se quedó instalada en mi cara durante el resto del día, intuyendo que no tardarías mucho en volver a traerme de nuevo, la gloria a casa.

Han pasado diez años desde aquella noche y todos los días, al despertar, sigo acercándome hasta la cortina absurdamente, como un adolescente recién enamorado. La descorro con la esperanza de verte bajar de tu deslumbrante clásico del 98, espero y espero y... nada, esta ausencia de ti es tan castradora...

Ayer me llamó Luis, mi amigo de toda la vida y por fin he decidido hacer caso a sus consejos, voy a echarte al olvido de una vez por todas. Hemos quedado esta noche para salir de fiesta. Creo que por fin he conseguido dar el paso para sacarte, Ruth, de mi mente y de mi corazón, porque la vida continua, es corta y es única para perderla en quererte sin ser querido, es momento ya de dejar de sentirme herido.


Laura Mir + >         




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