Condenado a la rueda del vacío,
esperando una noche tu palabra,
trasnoché por un cielo que acababa
de nacer y morir entre el rocío.
Transité por la cuerda del olvido,
me senté sin dudar en la macabra
situación del amor que terminaba
con la letra que rima con tu ombligo.
Aguanté mis pupilas, fui testigo,
soledad se hizo dueña en mi morada,
no esperaba otra cosa, qué delirio,
me acordé de tu amor, de tu mirada,
de la tinta imprimida en tu latido
del calor que me diste una mañana.