Sucedánico suicidio - Laura Mir & Jaime Ros



Por mucho que busco, soy incapaz de encontrar ese instante preciso en el que convergemos, porque puede que, aun habiendo ido a los confines de los jardines olvidados, habiéndonos perdido en ellos, dábamos vueltas y vueltas, mientras los cigarrillos se consumían en ceniceros de terracota y al retorno, sólo encontrábamos centenares de colillas extintas.

He intentado decirte cómo va todo, pero ha sido imposible, mi mensaje ha llegado tarde con respecto a tu pregunta, por tanto, pienso que algo hay más allá de lo que podemos vislumbrar. Bien sabes que no es la primera vez.

Las posibilidades de un strike, siendo tan torpes como somos, es puro azar, y eso que un novio que tuve se armó de paciencia para enseñarme a tirar la bola, yo le llamaba Bola Bolera, cosa que le molestaba mucho porque era calvo completamente, y tenía una nariz de esas que los agujeros quedan tan expuestos, que parecían hechos explícitamente para meter los dedos. Lo que me enseñó, visto lo visto, no me sirve de mucho. Porque tú sigues mareada y yo con mis problemas estomacales, y eso que hemos intentado arreglar el tema ese de la prisión. Mal hábitat para una compañía. A lo mejor luego queda en un simple arresto domiciliario, pero es que son tantos fines de semana, que no sé yo, si los secretos que esconden las persianas quedarán en el olvido tras la firma de un juez.

Así que hemos decidido en este estado de desesperación, tirarnos en paracaídas, porque estamos bien hartas y es lo más parecido a un sucedáneo de suicido que podemos simbolizar, ya que nos va la vida mucho más que la muerte, es tan fría la condenada.

Es mejor quemarse que apagarse lentamente y precisamos descargar emociones y nada mejor que tirarse desde un helicóptero a una altura considerable y gritar como si fuésemos a morir al tocar suelo.

No llegabas, y ya no tenía más que ponerme encima para hacer que el tiempo no pasara bajo las hélices. Ya tenía todos los chirimbolos que me habían dado, el arnés que parecía que me faltaban piernas, lo mismo que cabeza, ya que no había casco que no bailara con lo que queda de mis pensamientos. Tuve que conformarme con uno infantil. Dudaba que un padre tuviera el deseo de empujar a un hijo desde tanta altura. Ahora, habiéndote conocido en las esperas, en los fines de semana que vinieron, que vendrán, o no, entiendo que tu reticencia al “sucedánico” suicidio es porque tu padre ya tuvo la idea.

No acababas de llegar, y en la pantalla de mi móvil no existía señal de porque no estás tan ridícula como yo me siento. Es por eso que pensé que cuando no está tu alma, me conformo con un cuerpo, que voy quitándome complejos y tonterías, y el arnés y el casco piojero, y el mono, y los pantalones, y las bragas, y me visto sólo con el instructor encima. Ya me dabas casi igual, y cuando iba a ponerse ese vestido, resulta, que ya tenía puesto el de piloto.

                 Jaime Ros +>


Para el concurso "Fraseletreando"



+POPS