La bofetada - Laura Mir



Después de madrugar para limpiar la cocina, comprar y llegar a casa cargada como una mula. Se encontró con que los huevos a hervir para la ensaladilla soviética, estaban reventados en el techo.

No pudo contenerse y a su hija mayor de siete años, le soltó un sonoro sopapo por no estar atenta. Los cinco dedos le quedaron marcados en la mejilla.

La niña no lo entendió, había dado de almorzar a la mediana y limpiado la caca de la pequeña, como hacía siempre. No había abierto la puerta a nadie, también había hecho las camas y pasado la escoba.

Si algo le dijo de los huevos, no se acordó. La chiquilla lloraba en un rincón con desconsuelo, cuando notó por detrás, un torpe abrazo infantil, que con lengua de trapo le decía:

- Oye tú, te quiero! No llores más, Tata.




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