Anhelo acariciar tu cuerpo altivo
y transitar por él, por su espejismo,
en tu candor de seda
con besos de Cupido.
Me pone estar al borde del abismo
y no enfrentarme más conmigo mismo
cuando nadie me espera
al borde del Olimpo.
No me preguntes más por el olvido,
lo tengo en cuarentena, se ha perdido,
igual se da la vuelta
y Anteros da un respiro.
No quiero ser un ángel destronado
que por tu cremallera vuelve al nido
y escala por tu pierna
con Eros en tu ombligo.