Cenizas de las sombras de un ayer - Benjamín J. M.




Cuántas verdades enterradas bajo capas y capas de mentiras se cuenta uno cada mañana para no salir huyendo al reflejarse.

Cuántos oscuros secretos escondes, tantos que hacen agujeros en tu conciencia, esos que nunca puedes curar ni rellenar. Secretos que cuando cae la noche te acechan en el camino de tus sueños para abalanzarse sobre ti como alimañas hambrientas de carne de alma, está desgarrada, masticada y regurgitada por la imposibilidad de ser.


Reducido a un mórbido ser que ya nada espera de bueno, del hipotético futuro que sabes que te espera a la vuelta de esa esquina. Ni te preguntas el porqué, sólo pasas por ello con aquella maldita resignación pegada a tu chepa, mientras ésta se ríe y se mofa de tu patético intento de seguir soñando que aún estás vivo, que sigues teniendo un lugar para refugiarte donde aún calienta un poco el sol.

Arrastrándote y tropezando con lo que un día fue tu esperanza, algo te impulsa a seguir caminando, dejando atrás jirones de piel escrita en sangre y pena negra, rastros que siguen las pesadillas del horror hasta encontrarte para devorarte vivo, indiferente a tus gritos de dolor.

No puedes escapar, estás a merced de las garras que destrozan e hieren lo que queda de un amasijo de carne sanguinolenta que un día llamaste cuerpo, así día tras día, noche tras noche, como en un círculo del cual no encuentras la maldita e invisible salida.

Ves como todo se aleja poco a poco y que por mucho que grites o supliques, nada detendrá el paso del tiempo, ese que va llevándose consigo lo último de algo que un día llamaste ilusión.

Por fin abres los ojos, por desgracia nada ha cambiado, las pesadillas del día reemplazan a las de la noche y todo vuelve a ser lo mismo, dando vueltas por un cuarto que te está sorbiendo la vida, sin puertas ni ventanas, como una celda acolchada en la que puedes gritar o golpearte contra las paredes sin que nadie de fuera pueda oírte.

Enterrado en una tumba oscura y con la boca llena de tierra del sabor de la impotencia y del olvido. Oyes como llegan y se están congregando a tu alrededor los monstruos ávidos y hambrientos, esperando ser los suficientes para poder destrozarte y desmenuzarte en cachitos de carne palpitante, en los cuales aún latirá algo que se podría llamar vida.

Ya nada diferencia el día de la noche, todo se mezcla de tal manera que ya no sabes dónde está la realidad, sólo vives porque respiras muy a pesar tuyo; los minutos, horas y días pasan, y todo sigue igual, has perdido la cordura, el último bastión de lucidez se desmorona como un castillo de naipes. Todos ellos marcados por la fatalidad y la mala suerte congénita que, parece haberte adoptado desde hace algún tiempo, padres crueles e indiferentes del camina o revienta.

Ayer soñaste con un ángel, hoy eres carne de horca y mañana serás plato en los banquetes de los demonios de la noche diurna o viceversa, ya no disciernes el dónde, el cuándo, ni el cómo, sólo vagas por los pasillos de servicio de algo que un día pudo ser una vida y que se ha transformado en un limbo eterno, que sólo existe para ti y tu memoria...Ya sólo eres cenizas de las sombras de un ayer.


Benjamín J.M



NOTA: Este personaje sobre el que escribo, es mi antagonista, mi negativo y mi némesis. Solo vive en el tercero de mis corazones y nunca ha visto la luz del sol, ni creo que llegue a hacerlo nunca.


+POPS