Miro mis dedos mientras
recorren su camino por este teclado lleno de letras que no me dicen mucho,
mientras mis otros "yos" se largan cada uno por su lado, en pos supongo de una
vida mejor. Sigo aquí sin ver ni oír más que un murmullo estático que todo lo
envuelve, no hay nada más allá de estas paredes grises de mi cuarto, que se
confunden con grises y más grises, surgidos de no sé dónde.
Todo lo que pienso o siento
está encerrado en una caja fuerte de la cual he perdido la combinación. Así que
aquí estamos, ella y yo, en una habitación sin paredes ni techo, mirándonos a
los ojos como dos besugos ensartados en la misma brocheta, cara a cara. Puede
que sea mejor así, lo más seguro es que lo que vaya a sentir o pensar no valga demasiado
la pena.
Sin nada que decir ni que contar y sin embargo,
mis dedos siguen aporreando teclas sin parar, como poseídos de una vida propia
sobre la cual no tengo ningún poder. Sólo sirvo de soporte para ellos, un cuerpo
vacío y soldado a unos dedos que siguen su danza de la vida ajenos totalmente a
mí y al tiempo, que por una extraña razón ha dejado de fluir.
Lo bueno de todo esto es que
no hay pena ni alegría, la insensibilidad acampa a sus anchas por esta etapa de
mi no vida. Creo que a este bulto sospechoso que está sentado en esa silla
mirando a sus dedos con cara de tonto, poco le importa. Sólo hay que observar
esa mirada ausente y la baba que le cae por la comisura de los labios.
Catatónico total, lo único
que mueve son sus dedos, estos siguen adelante con su vida sin mirar hacia
atrás, sin remordimientos. Hace tiempo que siento que algo no va bien, ahora ya
sé la razón. Me he perdido en algún laberinto de otra vida, donde me he quedado
atrapado entre dos o tres realidades inciertas, allí estaré paralizado para
siempre.
Desconozco porqué no he
muerto aún, sigo aquí sentado sin ver ni oír, en un mundo que sólo existe en mi
mente pero que es capaz de expresarse a través de mis dedos, como si estos
fueran puentes que permiten que una chispa de lo que fui, siga luchando por
vivir un día más.
Ni lo sé ni me importa, lo
poco que queda no tardará en morir también, una tumba más para mi cementerio
particular, otro que se ha perdido y nunca volvió. Si un día alguien llega a
leer esto que no se aflija, sólo es uno de los muchos caminos tortuosos que se
encuentra uno en el mundo de las palabras.
Nada es cierto de todo lo
vivido, solo son sueños encerrados en una caja fuerte, en la cual morirán bajo
el yugo que nos coloca el implacable tiempo. Ya nada es tangible, todo se ha
vuelto relativo, veo como mis dedos se están parando poco a poco, sé que ha
llegado la hora, me despediré ahora que aún puedo.
Sólo os dejaré una frase que
ahora al final de una vida por fin comprendo:
Para todos los males, hay dos remedios: el tiempo y el silencio.
Benjamín J .M