Desperté sobresaltada. Era tan auténtico, una vez más mi sueño traspasaba barreras y se tornaba auténtico, como el sudor que me empapaba. Cada día ocupaba más espacio, más terreno y ganaba la batalla a la realidad.
Todo comenzó como un juego, una forma de escapar de la monotonía, entornaba los ojos, mientras mecánicamente hacia mis tareas diarias, y me convertía en aquella persona irreal que se ocupaba de arreglar el mundo, en la heroína que todo lo podía.
Así, cada día iba modelando cual sería el sueño de esa noche. Y al llegar la luna, tan sólo con reposar mi cabeza sobre la almohada mi sueño surgía haciéndose tangible y duro.
Vivía las más extrañas historias, donde mi personaje sufría mucho, muchísimo… pero siempre conseguía sobreponerse, consiguiendo así aferrarse a una extraña sensación de paz y bienestar..
Y aunque los sueños, como la vida misma, sólo son consecuencias de nuestras frustraciones o anhelos, ya pensaré en ello mañana. Esta vez dejaré mi ansia en brazos de un onírico deseo.