Tierra Adelia 1 – Jean Rivolier – Laura Mir




Ya veo que lo tuyo es medir esas dichosas escaleras de todas las formas posibles. Me alegro que quedaras colgando de la barandilla en el último momento, como un hábil trapecista, soy comedida con las comparaciones, y la cosa no fuera más grave.

Ha sido tan breve tu llamada que no te he dicho que nuestra niña ha quedado la primera en dos promociones, por lo que le han concedido una beca para estudiar en el extranjero. Nos lo comunicaron ayer. No ha dormido en toda la noche; todo dentro de lo normal, cuando ha empezado a salirse de lo común, ha sido cuando el novio le ha dicho que subirá cada fin de semana hasta la frontera y le llevará el gato para que lo vea. Ya te imaginas a quién le tocará prepararle la maleta de mano al minino con el neceser incluido.  

El viernes me asignaron un nuevo trabajo del que estoy disfrutando mucho, por si es de tu interés.

Bien sabes que muy de vez en cuando, la naturaleza tiene a bien dotarnos con un gran hombre, que siendo polifacético e incansable: trabaja y trabaja por simple curiosidad e inquietud. Dejándonos a su ausencia un gran legado, del que no siempre sabemos hacer los honores correspondientes. A lo mejor si hubiese sido futbolista o político corrupto, lo tendríamos más presente.

Ignorado por la Wikipedia, quizá porque su espacio está ocupado por la Belén Esteban o quizá, porque no es de interés de nadie: quiénes fueron los promotores del sistema de adaptación del hombre a las grandes alturas, entre uno de sus múltiples trabajos. A saber… son de aquellas cosas que no entenderé nunca, porque mira que cada vez llegamos más arriba.

Y después de leer toda la documentación que nos trajo de sus expediciones en Tierra Adelia, lo malo es que han sido muchos papelajos en francés, me veo en la obligación de rescatarlo del olvido. Más que nada, para que no sea una placa indicativa en una estrecha calle que se oxida a la intemperie día tras día, mientras todo el mundo la ve y nadie se cuestiona: qué hizo ese buen señor.

Pues nada más y nada menos, que apoyar y documentar cuatro tesis doctorales en medicina, fisiología, biofísica y psicología. El Tetradoc, creo que le llamaban sus amigos cariñosamente.

Pronto se apasionó por los entornos extremos y las aventuras, ni por asomo se asemejan a los nuestras; él luchó en la Resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial, y nosotros, en definitiva, sólo lo hacemos con hacienda.

Con el eterno cigarrillo incombustible entre los labios, su barba un tanto descuidada y su porte aventurero, confieso que Jean Rivolier*,  me ha cautivado.

Él fue el primero en describir el Síndrome Mental de Invernada,  esto me duele, porque el reconocimiento se lo llevó otro que llegó años más tarde, pero como siempre pasa, era el momento oportuno, no digo que no se lo trabajara, no. Y antes de que me preguntes: ¡Claro que todo sucedió en invierno!

En muchos de estos manuscritos, nombra el rookery, donde surge tímidamente la paradoja del emperador, me gusta mucho, tanto, que si hasta me lo pides, puede que hasta te la cuente.

*Jean Rivolier, nació en París el 3 de marzo de 1.923 y murió en Lannion a los 84 años.                                                                                        Continuará…




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