Me pides que me calle y yo deseo
contarle a todos los vientos,
al de proa, a cardinal, a frescachón, al de bolina...
y decirte, sin moralina, que te quiero.
Pero no anda ya tu oído receptivo,
ni siquiera tu corazón lo está,
te fuiste por otros ríos, a otra colina,
y ando yo feliz y perdido sin rechistar.
Tantas veces creí andar en el paraíso,
que ahora, que ya lo siento, que ya lo vivo,
no sé qué palabras me quedan por rimar.
Venecia no está tan lejos como lo pintan,
tu labio no tuvo dudas a la hora de aunar,
mañana es hoy, dónde están las estatuas de sal.