Un beso nacido de tu alma - Salvador Arnau




Rocé tu mano suavemente al cruzarme contigo en aquella fiesta. Lo hice con premeditación para que te fijaras en mí. Te dirigiste hacia la barra para tomar un refresco mientras yo me sentaba en un rincón, no podía dejar de observarte, como si estuviera en una película y ambos fuésemos los protagonistas.

Te pillé un par de veces girándote y buscando mis ojos entre la muchedumbre, mientras hablabas con tu amiga.

Un hombre se acercó a ella y empezaron una conversación, dejándote a ti un poco fuera de juego. Abandonaste la barra y, sin dudar, te dirigiste hacia mí. Me gustó esa seguridad en tu paso, te paraste, me miraste a la cara y me sonreíste.

Dejando mi refresco en la mesa, me levanté, te cogí del brazo y fuimos juntos hasta la pista. Bailamos durante mucho tiempo, tanto, que parecía que el final no llegaría nunca. No nos dijimos una sola palabra, todo era gestual, sensitivo, visual, sensual...

Era de noche, altas horas de la madrugada, cuando salimos de aquel garito de mala prensa y fuimos paseando hasta el bulevar de la ciudad a comer croquetas de jamón recién hechas. Saciados los estómagos, nos encaminamos hacia mi apartamento, a varias manzanas de allí. 

Un aire fresco y puro reinaba en la oscura ciudad iluminada por decenas de farolas que, generosamente, nos alumbraban el trayecto. Llegamos al portal y entramos en el ascensor. Me miraste a los ojos y, espontáneamente, me regalaste un beso nacido de tu alma. Un único beso que me traspasó. Sentí que flotaba en el agua de un inmenso mar azul, un agradable estremecimiento recorrió todo mi cuerpo.

Te abrí la puerta y te cedí el paso. Estábamos cansados y nos acomodamos en el sofá.

Cerré los ojos un instante y al abrirlos, ya no estabas por ninguna parte. La luz del sol entraba con descaro por la ventana, había amanecido con rabia. Resignado, me levanté y fui a darme una ducha mientras disfrutaba recordando cada detalle de todo lo que había soñado.


Soñar contigo - Zenet



+POPS