Una sola vez basta - Violeta Evori



Algunas noches en las que  Morfeo se resiste a visitarla, vuelve a rememorar  aquellos días pasados en los que deseaba con todas sus fuerzas, echar a correr. Calzarse las chirucas o las cómodas zapatillas, esas que se compró a escondidas de sus padres, con los pocos ahorros que conseguía trabajando los fines de semana en la zapatería de aquel pequeño pueblo y muy amablemente el dueño, le había dejado pagar en holgados plazos.

No le importaba sacrificar la tarde del domingo y quedarse en su casa sin poder ir al cine, donde casi siempre reponían las mismas películas. Se conformaba con pasear con sus amigas, de vez en cuando comprar algunas golosinas y sentarse en un banco de la plaza, para degustarlas mientras charlaban y hacían planes de futuro.

Pero guardaba un gran secreto para sí que nadie sabía y era que ella un día marcharía lejos, muy lejos.

En esas noches tan largas, desfilan por su cabeza todos los sueños que le hubiese gustado realizar, cargada con su mochila roja rebosante de ilusiones y con las cosas más imprescindibles para subsistir.

Ciudades, montañas, playas, mundo…  En definitiva, la libertad de poder decidir dónde y cuándo parar, sin necesidad de dar ninguna explicación.

Sueños,  sueños, sueños…

Pero  la indecisión, la cobardía y el miedo, añadidos a la pena y el dolor que sabía provocaría en las personas que más la querían, hicieron que desistiera,  dejándola encerrada en ese muro en el que se convirtió su juventud, donde todos sus anhelos quedaron atrapados.

Siempre se ha preguntado si al tomar el camino correcto, o quizás mejor dicho, el que se esperaba de ella, hicieron que le costara tanto olvidar, perdonar y perdonarse.

Un batiburrillo de sentimientos contradictorios circula por su mente y cree que fue la peor decisión que pudo haber tomado.

Tanto tiró de ese pesado lastre que a veces le parecía que su cuerpo no iba a dar más de sí y era tanta la fuerza que le faltaba, que se creía dando pasos hacia atrás como los cangrejos.

Ese no avanzar, hizo que se rompieran todos los esquemas que había forjado su joven corazón, y allí quedaron rotos el día que dejó que se marchitaran las flores de sus mejores años.

Pronto aprendió que en la vida no hay marcha atrás, las cosas se hacen en su momento o ya no habrán nuevas oportunidades, y tiene que cargarse con las consecuencias para siempre, cosa que resulta muy difícil en una vida gris.

Por eso durante tanto tiempo pensó que en los momentos más importantes  y decisivos de la vida, es mejor quemarse que apagarse lentamente.

¿Cómo habría  sido su existencia, si en lugar de quedarse, hubiese tomado el camino que ella quería?

¡Nunca  lo sabrá!

Ahora su trabajo consiste en aplicar sus conocimientos de psicología a jóvenes que se encuentran perdidos sin saber qué camino tomar y siempre les dice lo mismo:

<<Cuando sientas que necesitas hacer algo para cambiar tu vida, hazlo, hazlo, hazlo… Tu mundo no será nada, nunca conseguirás avanzar si no lo haces.

Coge la mochila, cálzate tus botas, y corre, corre, corre… No mires atrás ni para coger impulso, piensa sólo en ti, es la única manera  de no apagarte, aunque ardas en la hoguera que tú mismo has querido encender>>.

Violeta Evori   

Para el concurso "Fraseletreando"       


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