Me gusta la noche. Me gusta
desesperadamente la noche. Horas mágicas en las cuales todo se confunde, como
fundidos en bronce entre las sombras que sólo se diferencian por sus matices
grisáceos. Los sueños de los hombres, tanto ricos como pobres se adueñan de su
tiempo, en esa hora en la que todos se convierten en un todo que invade los
caminos de parajes imaginados.
Es como si el mundo dejara
de respirar, la quietud de lo inanimado contrasta con el movimiento de sus sombras,
mecidas por la brisa suave de medianoche.
Las respiraciones se
acompasan al ritmo que marca el vaivén de tus caderas, los otrora oscuros
rincones de mi alma resplandecen rellenos de flores soñadas.
Las vidas noctambulas se
desperezan lentamente a medida que la cuidad se va vistiendo de luces,
invitaciones a los nocturnos para que abandonen sus cubiles y escondites llamándolos
a sumarse al baile de sombras que pueda ofrecer cualquier esquina.
Las manos se buscan, se
encuentran; aprietan y prometen caricias que sólo viven a media luz, donde los
labios se susurran unos a otros las palabras olvidadas. Horas en que si este
mar fuera de tinta, de él sacaría hasta vaciarlo todas las palabras que me
invaden cuando te veo.
De noche todo es hermoso, la
fealdad de alguna manera deja de existir, nace el misterio de las preguntas sin
respuestas lanzadas a las estrellas. Tus ojos se hacen enormes, profundos pozos
a los cuales me asomo sin temor a la vida, ni a la muerte. Tu rostro tan
conocido parece diferente, labios carnosos surgiendo de la oscuridad para
besar, morder, amar…
Ámame o mátame con esa
muerte de la cual se puede regresar, arráncame las penas a mordiscos, dame de
tu boca la ambrosía que me haga eterno por un segundo. El universo está lleno
de fantasmas de amor que vagan creyéndose inmortales. Bajo las alas oscuras de
la noche muero por tu boca y vivo por la puerta dulce que lleva a la eternidad.
— ¿Por qué el día tiene que
existir?—Me pregunto intentando respirar de nuevo después de haber resucitado
por enésima vez.
—Para volver a desear la
noche—Contestas mientras las luces de tus ojos se van apagando una tras otra a
medida que te sumas en la penumbra.
— ¿Cuándo volveré a
verte?—Te grito mientras te alejas.
— ¡Mañana! — Contestas siendo
un eco.
Te has ido mi furtiva amante,
a lomos de las primeras luces del nuevo día, las cosas a mi alrededor vuelven a
su realidad, las ultimas sombras se alargan prestas a huir en cuanto el astro
rey asoma la nariz por el horizonte, mientras los primeros rayos de luz llaman
a mi ventana. Apareces con la noche y me abandonas por la mañana dejando tras
de ti un fantasma que me posee.
Feliz, triste, exhausto y
tumefacto, le cuento al espejo mis sueños, mientras él, solo asiente sonriéndome.
Quiero que vuelva la noche,
pero para eso tendrá que pasar el día primero, así que escribiré tu historia
mientras haya luz, mientras aguado tu regreso.