La noche - Benjamín J. M.





Me gusta la noche. Me gusta desesperadamente la noche. Horas mágicas en las cuales todo se confunde, como fundidos en bronce entre las sombras que sólo se diferencian por sus matices grisáceos. Los sueños de los hombres, tanto ricos como pobres se adueñan de su tiempo, en esa hora en la que todos se convierten en un todo que invade los caminos de parajes imaginados.

Es como si el mundo dejara de respirar, la quietud de lo inanimado contrasta con el movimiento de sus sombras, mecidas por la brisa suave de medianoche.

Las respiraciones se acompasan al ritmo que marca el vaivén de tus caderas, los otrora oscuros rincones de mi alma resplandecen rellenos de flores soñadas.

Las vidas noctambulas se desperezan lentamente a medida que la cuidad se va vistiendo de luces, invitaciones a los nocturnos para que abandonen sus cubiles y escondites llamándolos a sumarse al baile de sombras que pueda ofrecer cualquier esquina.

Las manos se buscan, se encuentran; aprietan y prometen caricias que sólo viven a media luz, donde los labios se susurran unos a otros las palabras olvidadas. Horas en que si este mar fuera de tinta, de él sacaría hasta vaciarlo todas las palabras que me invaden cuando te veo.

De noche todo es hermoso, la fealdad de alguna manera deja de existir, nace el misterio de las preguntas sin respuestas lanzadas a las estrellas. Tus ojos se hacen enormes, profundos pozos a los cuales me asomo sin temor a la vida, ni a la muerte. Tu rostro tan conocido parece diferente, labios carnosos surgiendo de la oscuridad para besar, morder, amar…

Ámame o mátame con esa muerte de la cual se puede regresar, arráncame las penas a mordiscos, dame de tu boca la ambrosía que me haga eterno por un segundo. El universo está lleno de fantasmas de amor que vagan creyéndose inmortales. Bajo las alas oscuras de la noche muero por tu boca y vivo por la puerta dulce que lleva a la eternidad.

— ¿Por qué el día tiene que existir?—Me pregunto intentando respirar de nuevo después de haber resucitado por enésima vez.

—Para volver a desear la noche—Contestas mientras las luces de tus ojos se van apagando una tras otra a medida que te sumas en la penumbra.

— ¿Cuándo volveré a verte?—Te grito mientras te alejas.

— ¡Mañana! — Contestas siendo un eco.

Te has ido mi furtiva amante, a lomos de las primeras luces del nuevo día, las cosas a mi alrededor vuelven a su realidad, las ultimas sombras se alargan prestas a huir en cuanto el astro rey asoma la nariz por el horizonte, mientras los primeros rayos de luz llaman a mi ventana. Apareces con la noche y me abandonas por la mañana dejando tras de ti un fantasma que me posee.

Feliz, triste, exhausto y tumefacto, le cuento al espejo mis sueños, mientras él, solo asiente sonriéndome.

Quiero que vuelva la noche, pero para eso tendrá que pasar el día primero, así que escribiré tu historia mientras haya luz, mientras aguado tu regreso.




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